Premio Comillas por su espléndida biografía, José Teruel ofreció una conferencia magistral al público de la Feria del Libro de Salamanca
Hay aplausos que no se olvidan en esta Feria en la que ya sale el sol después de tan hermosa lluvia: el que le dedicó el pueblo de Cerralbo a su escritor, el que no podía pararse al pintor Florencio Maíllo, y el sábado, al biógrafo de Carmen Martín Gaite, a quien dedicamos esta Feria. Llega José Teruel acompañado de Ignacio Gallego y de Rubén Tostado, de la Fundación Ciudad de Cultura y Saberes. Y es Tostado quien presenta al profesor universitario, al investigador y al poeta, que fue Premio Ciudad de Salamanca de Poesía en el 2021 y del que lee un fragmento especialmente sentido. Para Tostado, la obra de Teruel llega para llenar un vacío y se ha convertido en una obra de referencia, ganadora del Premio Comillas.
Responde agradecido el autor recordando que llegó a Salamanca siendo muy joven, para asistir a un curso de poesía organizado por Víctor García de la Concha que le permitió conocer la ciudad y trabar amistad con Aníbal Núñez. En aquel entonces, deseaba estudiar la obra del poeta José Iglesias, al que promete regresar una vez pasado este vendaval martingaitano al que se enfrenta desde el conocimiento. Con 26 años escribió un artículo sobre la memoria y sus escondites en la obra de la autora y esta le llamó para hablar con él, iniciando una cariñosa relación ya que era una mujer de abierto acceso, siempre asequible, pero con férreas barreras “Tenía sus adentros un tanto escondidos”, afirma.
Quiere con su libro superar Teruel imágenes tópicas, las de un personaje público que, al final de su vida, ella creaba para sobrevivir a la soledad tras la temprana muerte de su única hija. Después de once años dedicados a editar sus obras completas, el autor quiso embarcarse en la biografía de quien usaba sus personajes de ficción para esconder lo autobiográfico, un género del que desconfiaba por lo que tiene de “autorrestauración”. Y quiso hacerlo sin que al lector se le atragantase tanta información y documentación de la que se ha servido (Y tengo que decir, como lectora, que lo ha conseguido) Teruel ha usado la voz de la autora en agendas, cartas –un recurso que tiene ilusión de verdad para el biógrafo- su obra y la voz de todos aquellos que la han conocido. Se asoma a una autora de quien le fascina su uso vivo del lenguaje, esa difícil facilidad de su obra que “nombra las cosas como se dicen”, una obra marcada por el vitalismo, testigo y partícipe de su generación, capaz de autoafirmar su poética frente a los grandes iconos de su generación como lo eran Juan Benet y, sobre todo, Sánchez Ferlosio.
Don José, su padre, el notario, le decía a Carmen que debía juntarse con aquellos que le ofrecieran nuevos conocimientos, y así fue ante estos dos grandes autores e interlocutores que, sin embargo, fueron críticos frente a quien José Teruel considera una representante de la generación de posguerra. Una generación a la que pertenecen sus padres y a los que debemos un ejercicio de memoria con el que el propio biógrafo se siente implicado, deseoso de que se lea más y mejor a la autora en este su centenario y las nuevas generaciones la conozcan también es su papel intergeneracional que le debemos a la curiosidad de su hija Marta. Carmen Martín Gaite no era, para Teruel, solo una narradora, traductora, practicante de esa escritura híbrida del yo que son los “cuadernos de todo”, periodista, crítica, ensayista, era una “mujer de letas”. Siempre narradora de un cuento bien contado, superó los géneros en su particular discurso nacido de la experiencia y sedienta de interlocución.
El lector era una necesidad, para crear esa obra marcada por las historias de familia, las casas donde suceden las historias particulares que forman parte de la historia, siendo su discurso una mixtura, para Teruel, de historia, filología, investigación y narración. Todo escrito en una lengua viva que establece ese diálogo tan cercano al amor que ama el biógrafo de nuestra Carmen Martín Gaite. Un estudioso capaz de tratar con respeto y cariño, hasta en sus silencio, incluso en sus silencios, las muchas aristas de su biografiada. La niña del notario, nuestra y nunca más nuestra Carmen Martín Gaite. El aplauso, repito, es de los que no se apagan para agradecer las sabias palabras de un conferenciante que ha sabido hacer gala del talento discursivo de su biografiada y hasta de hacerlo al ritmo de la música de la banda municipal que le ha puesto feliz fondo. Un aplauso merecido e inagotable.