Trabajo de mi hija en inglés que he traducido con chatGPT.
Mi nombre es Clara Garrote Fontanillo, tengo 19 años y soy de Salamanca, España. Soy una estudiante-atleta internacional en Northeast Community College, donde estudio Psicología y formo parte del equipo femenino de baloncesto. El grupo principal que representa mi herencia étnica es el español, y me identifico principalmente con este trasfondo cultural. Nací en Salamanca, España, y mis dos padres también son de España. El idioma que hablo con mi familia es el español. Aunque no soy una persona religiosa y la espiritualidad no es una parte central de mi vida diaria, mis padres son cristianos. Ellos asisten ocasionalmente a actividades religiosas, especialmente en fechas importantes como Navidad y Semana Santa.
Estoy sumamente orgullosa de mi herencia étnica porque comparto los valores que representa. Conocer y comprender mis antecedentes culturales es importante para mí porque me permite conectarme conmigo misma a un nivel más profundo. También he participado en eventos culturales y rituales de otros grupos, como el Día de Acción de Gracias en EE. UU. y la “Fiesta del Cordero” celebrada por personas de Marruecos. He asistido a rituales estadounidenses porque llevo dos años estudiando en Norfolk, Nebraska, y he participado en rituales marroquíes debido a que mi familia realiza viajes misioneros allí cada verano. Creo que sumergirse en otras culturas y entenderlas te ayuda a apreciar la belleza de la diversidad global. También fomenta una mentalidad abierta, ayudando a reducir el egoísmo. Pienso que esto es clave para desarrollar empatía y respeto hacia los demás.
De las personas con las que me relaciono, valoro profundamente la lealtad, la honestidad, el respeto, la amabilidad y la empatía, no solo hacia mí, sino también hacia los demás. La justicia es otro valor con el que me identifico. Para mí, la justicia significa luchar contra cualquier forma de discriminación. Apoyo los derechos humanos y creo que todos deberían tener las mismas oportunidades, sin importar su clase social, género, raza, orientación sexual o religión. También valoro enormemente los valores que comparte la comunidad de la que formo parte, que reflejan muchos de los que yo sostengo. Una influencia significativa en la formación de mis valores y mi visión de la vida ha sido el trabajo de mis padres.
Mi padre es el director y mi madre es la gerente de un importante centro juvenil en Salamanca, España. Cuando mi padre empezó a trabajar allí, era profesor de biología de profesión. Sin embargo, cuando el centro estuvo a punto de cerrar, él lo asumió y se convirtió en director con solo 23 años. Con el apoyo de mi madre y de muchas otras personas, transformaron el centro, llamado “Casa Escuela Santiago Uno”, en un modelo para otras instalaciones similares, creando programas progresivos que ayudaban a adolescentes vulnerables a mejorar su vida y reintegrarse en la sociedad. Esta experiencia me ha moldeado profundamente, ya que crecí junto a estos adolescentes. Mis padres pasaban mucho tiempo en el centro, y mis hermanas y yo también participábamos activamente. No solo participábamos en las actividades diarias; también viajamos internacionalmente con estos jóvenes a lugares como Polonia, Italia, Inglaterra y Grecia. Estos viajes generaron momentos increíbles y amistades genuinas, permitiéndonos conectar a un nivel humano, dejando de lado las diferencias en nuestros orígenes. Además, realizamos viajes misioneros a Marruecos, donde ayudamos a las comunidades locales y trabajamos junto a los adolescentes para generar un impacto positivo, a pesar de las etiquetas sociales que a menudo enfrentan en España. Este programa cambia la vida no solo de los niños que participan —quienes pasan dos meses ayudando a otros y tienen la oportunidad de encontrar su mejor versión— sino también de los trabajadores y voluntarios involucrados. Les ofrece a estos jóvenes una oportunidad de escapar de realidades duras, que a menudo incluyen abandono, violencia, trauma y abuso de sustancias, y de volver a ser niños otra vez.
Me considero increíblemente afortunada por las experiencias enriquecedoras que el trabajo de mis padres me ha permitido vivir. Estoy agradecida de que me hayan ayudado a salir de la burbuja en la que podría haberme quedado si no hubiera formado parte de esta increíble comunidad y familia que ellos y sus maravillosos compañeros han creado. Vivir y pasar tiempo con estos adolescentes ha sido mi mejor educación.
Hoy en día, gran parte de la sociedad está polarizada, no solo en términos de creencias políticas, sino incluso dentro de círculos personales. Las redes sociales juegan un gran papel en esto, ya que los algoritmos te muestran contenido con el que ya estás de acuerdo, impidiendo la exposición a perspectivas diferentes. Una parte clave del aprendizaje y del crecimiento personal es tener la humildad de escuchar perspectivas y experiencias distintas a las propias, y a partir de eso, desarrollar un pensamiento crítico propio. Como dice una de mis canciones favoritas: “A veces, un hombre sabio no dice nada en absoluto”.
Reflexionando sobre mi propia vida, me doy cuenta de que sin el trabajo de mis padres, probablemente habría formado parte de la clase social media-alta de mi país. Fui a un colegio privado donde la mayoría de mis compañeros provenían de contextos socioeconómicos similares, una realidad muy diferente de la que vive la mayoría de las personas en el mundo. Por eso destaco tanto cuánto ha influido en mi vida el trabajo de mis padres. Sin su influencia, podría haber carecido de conciencia sobre el mundo en general y haber sido menos empática con las experiencias de los demás. He notado que algunas personas a mi alrededor, ya sea en clase u otros ámbitos de mi vida, a menudo están desconectadas de las realidades que enfrentan otras personas. Esta desconexión, combinada con la desinformación y la división, puede llevar a la falta de comprensión y empatía. Desafortunadamente, esto a veces resulta en faltas de respeto o discriminación hacia personas de diferentes razas, géneros u orientaciones sexuales.
En conclusión, como joven de Salamanca, España, estoy profundamente agradecida por mis raíces culturales y por los valores que me han inculcado mis padres y mis experiencias de vida. Aunque estoy orgullosa de estos valores, reconozco que aún hay aspectos de mi carácter que necesito seguir desarrollando, y me enfrento a esto con paciencia, sabiendo que el crecimiento personal es un viaje constante. Espero no parecer moralmente superior, sino más bien como alguien genuinamente agradecida por las experiencias de vida que han formado la persona que soy hoy.
Mi verdadero propósito es transformar los valores que valoro en acciones significativas. Me esfuerzo por ser alguien que deja un impacto positivo, que actúa con humildad, amabilidad y empatía, y que está abierta a aprender de las personas y experiencias que la rodean. Creo que el cambio comienza con la acción, y mi objetivo es contribuir a hacer del mundo un lugar mejor viviendo estos valores cada día. Mi mayor sueño es compartir estas experiencias y valores con mis futuros hijos, y que ojalá ellos me vean con el mismo orgullo y admiración con que yo veo a mis padres.
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