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De Villarmayor a Roma: la historia del salmantino Javier Pérez Barba y su amistad con el Papa León XIV
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ENTREVISTA

De Villarmayor a Roma: la historia del salmantino Javier Pérez Barba y su amistad con el Papa León XIV

Actualizado 23/05/2025 12:46

El agustino, Asistente General para el Sur de Europa en Roma, comparte su trayectoria vital marcada por una fe temprana y su servicio en la Orden de San Agustín. Destaca su relación personal y significativa con el Papa León XIV, antes Cardenal Prevost, revelando detalles de su convivencia y la profunda espiritualidad del Pontífice

Desde la humildad de sus orígenes en Villarmayor y su crucial formación en el Colegio Seminario San Agustín de Salamanca, hasta su actual rol en Roma como Asistente General para la zona Sur de Europa de la Orden de San Agustín, Javier Pérez Barba comparte con SALAMANCArtv AL DÍA un testimonio vital marcado por una fe inquebrantable, una vocación temprana y un trato personal y significativo con el nuevo Papa León XIV.

La trayectoria de este salmantino es un tapiz tejido con los hilos de una fe profunda, sembrada en la tierra salmantina, y un servicio a la Iglesia que ha cruzado fronteras y responsabilidades. Su relato personal se inicia en la escuela de su pueblo natal, Villarmayor. "En realidad, realicé mis primeros estudios (hasta lo que entonces era 5º de EGB, hoy 5º de primaria) en la escuela de mi pueblo, Villarmayor. Es aquí de donde parte la raíz más antigua de mi fe, porque lo cierto es que tengo conciencia de mi fe desde que tengo conciencia de mí mismo", confiesa, subrayando la precocidad de su despertar espiritual.

Posteriormente, el Colegio San Agustín de Salamanca, que en aquel entonces funcionaba también como seminario menor, se convirtió en un pilar fundamental. "Continué no sólo mis estudios hasta COU, sino también mi formación humana y cristiana. Para mí se convirtió en un segundo hogar", rememora. La vida allí era intensa y diversa: "La convivencia con los compañeros era muy intensa, en ambientes muy distintos: la clase, el equipo de fútbol, el comedor, la sala de estudio…". Aunque guarda "muchos y muy bonitos recuerdos", destaca la importancia de "momentos, experiencias y acontecimientos de los que no conservo memoria consciente pero que contribuyeron a moldear calladamente mi mente, mi espíritu y mi corazón". Acciones cotidianas como "la bendición de la mesa o el ensayo de canciones para la misa", y otras más estructuradas como "los encuentros de formación y las oraciones y celebraciones en la capilla fueron dando consistencia, seguridad y alimento" a su incipiente fe. Su gratitud se extiende "hacia la comunidad de agustinos, mis profesores y compañeros".

Las profundas raíces salmantinas y el despertar de una vocación

La influencia de sus orígenes salmantinos es innegable y ha marcado de forma decisiva su vocación. "No es fácil describir de qué manera; lo que es seguro es que así ha sido", afirma. Un hecho elocuente fue la decisión, compartida con otros dos compañeros, de celebrar su ordenación sacerdotal "en la capilla de nuestro colegio San Agustín de Salamanca, y, en mi caso, decir mi primera misa al día siguiente en mi pueblo". Un recuerdo imborrable de aquel día es "la bandera blanca que colocaron en lo alto del campanario y que permaneció allí hasta que, mucho tiempo después, fue derrotada por el tiempo. Doy gracias a Dios porque mi vocación ha durado más que la bandera…", comparte con una mezcla de nostalgia y humor.

Su vocación, relata, "se despertó muy pronto. De niño ya quería ser a la vez como Emilio Butragueño y sacerdote. Seguramente el Señor no me concedió el talento del buitre para hacerme más fácil la elección. Así de grande es su misericordia". Pérez Barba identifica tres raíces fundamentales en este llamado: "La primera raíz de mi vocación la encuentro en mi familia; la segunda en el cura de mi pueblo, don Lorenzo, y mis días de monaguillo. D. Lorenzo fue siempre para mí una inspiración por su fe honda y entusiasta. Parecía estar más cercano a Dios y tener una conexión especial con Jesucristo". Tal fue su impacto que, tras su fallecimiento, sugirió para su lápida una adaptación de las palabras de San Agustín que el propio Papa León XIV pronunciaría: "con vosotros fui cristiano, para vosotros sacerdote". La tercera raíz la sitúa "en la comunidad de agustinos de la que fue mi casa tantos años, una comunidad absolutamente entregada a su misión, siempre muy presente en su variedad y que resultaba atractiva por sí misma".

Un trato cercano y revelador con el Papa León XIV

El Padre Javier Pérez Barba tuvo la oportunidad de conocer al actual Papa León XIV, entonces Robert Francis Prevost y Prior General de la Orden de San Agustín, "hace más de 20 años". Sus primeros contactos fueron "ocasionales, motivados por visitas o reuniones" en lugares como el Monasterio de El Escorial, Málaga o incluso Salamanca, durante un Capítulo Provincial. Sin embargo, no fue "hasta hace un poco más de dos años" que pudo "tratarlo más de cerca". Este cambio se produjo cuando, siendo obispo de Chiclayo (Perú), el Papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los obispos, lo que implicó su traslado a Roma. "Desde entonces, y siendo ya cardenal, venía todas las mañanas a celebrar con nosotros la eucaristía y el rezo de laudes, y volvía después para comer", explica Pérez Barba, detallando el inicio de una convivencia más cotidiana.

De aquellos encuentros iniciales, antes de la etapa romana, guarda la impresión de "una persona serena y calmada, dada a hablar poco y escuchar mucho, inteligente, con una enorme lucidez para clarificar ideas y un fino sentido del humor. Sabía adaptarse muy bien a los distintos ambientes". Estas percepciones se vieron confirmadas y enriquecidas durante la convivencia posterior: "He podido corroborar que estas impresiones fraguadas en encuentros breves eran ciertas, y además he descubierto a un hombre sencillo, acogedor, humilde, que sólo alza la voz cuando se ríe. Es una persona serenamente alegre, como lo son todos los hombres de oración".

Entre las anécdotas y momentos significativos compartidos, Pérez Barba recuerda con especial viveza uno de gran humanidad: "El día en que me comunicaron que mi madre estaba gravemente enferma. El entonces cardenal Prevost quiso mostrarme su cercanía y su consuelo contándome una experiencia similar que él había vivido con su propia madre". Otro momento emotivo fue tras el fallecimiento de su madre: "A mi vuelta a Roma celebré junto a la comunidad en la capilla de la Curia General una misa por su eterno descanso. Al término de la misma, me agradeció el que durante la homilía hubiera querido compartir mi experiencia de fe a la luz del dolor de este acontecimiento".

Los momentos de convivencia más distendida también dejaron huella. "Debo reconocer que han sido especialmente agradables los momentos de sobremesa. Después de las comidas, como parte importante de la vida común, nos solemos reunir en un pequeño refectorio para tomar juntos un café -y también un dulce los días de fiesta- y conversar un rato. Creo que él ha disfrutado especialmente de estos momentos, en los que ha hecho gala de su carácter alegre. Es muy comunitario". Esta faceta se reafirmó en su reciente visita a la comunidad ya como Papa León XIV, donde "nos ha contado que le ha cambiado totalmente la vida y que ha tenido que renunciar a muchas cosas, pero que nunca renunciará a ser agustino".

No obstante, lo que causó una "mayor impresión" en el Padre Javier fue una constante en la rutina del entonces Cardenal Prevost: "El verlo llegar diariamente por las mañanas antes que nadie a la capilla para tener un rato de oración personal ante el sagrario antes de empezar los rezos comunes, la misa y después la jornada de trabajo. Es un hombre de fe y es un hombre de oración", concluye con admiración.

La elección papal: sorpresa, estupor y una nueva dimensión

La noticia del nombramiento de León XIV como Sumo Pontífice fue vivida con intensidad. "Me sorprendió la rapidez de la elección. Apenas terminábamos una reunión del consejo general cuando escuchamos el grito de júbilo de la multitud congregada en la plaza de San Pedro", relata. Ya en la plaza, la expectación era máxima. "No esperamos a escuchar el apellido. Cuando el cardenal protodiácono pronunció su nombre en latín -Robertum Franciscum- ya sabíamos que era él, y lo que siguieron fueron demostraciones de estupor y de alegría. Vivir algo así es impactante".

El momento en que el nuevo Papa apareció en el balcón de la logia de la basílica fue profundamente conmovedor para Pérez Barba: "Lo que sentí al verlo salir es muy difícil de explicar, porque uno se da cuenta de que la voz que se dirige a la ciudad y al mundo para impartir la bendición, sin dejar de sonar tan familiar como siempre, ha adquirido, sin embargo, una nueva dimensión". Para la Orden de San Agustín, esta elección "es ocasión para dar gracias a Dios y muestra de que, aunque se trata de una Orden venerable con unos cuantos siglos caminados (o más bien por ello), aún sigue dando fruto en nuestros días. Y esperamos, con el favor de Dios, que los siga dando, porque la espiritualidad agustiniana puede hacer mucho bien en la Iglesia y en el mundo".

Un peregrinar de obediencia y desafíos: De Salamanca a la Curia General

La trayectoria de Javier Pérez Barba hasta su actual responsabilidad es descrita por él mismo no como un plan trazado, sino como un "andar caminos". "Jesús es mi camino. Y si el suyo fue un camino de obediencia, mi deseo es que también lo sea el mío: en primer lugar, a la voz de Dios; después a la de mis superiores", afirma. Esta filosofía de vida le ha llevado a descubrir "algo de bello y aventurero en el ir descubriendo el camino que otros te van señalando".

Su itinerario comenzó a los 18 años, pasando de Salamanca al Monasterio de Santa María de la Vid (Burgos) para realizar el noviciado, una experiencia que define como "una primera confrontación seria con uno mismo y descifrar la autenticidad de la propia vocación", y que, sin embargo, "resultó ser dulce y suave". Posteriormente, sus superiores marcaron hitos en el Monasterio de El Escorial, donde el desafío fue "de maduración"; luego una larga etapa de 17 años en el Colegio Los Olivos de Málaga, donde "los retos fueron múltiples y muy diversos, así como las alegrías"; y finalmente, su nombramiento en 2021 lo llevó a Roma.

En la capital italiana enfrentó "el desafío del desprendimiento de mi vida malagueña, el nuevo idioma y la adaptación a tareas desconocidas y un ritmo distinto de vida". A pesar de la variedad de desafíos en cada etapa, Pérez Barba subraya que algunos son constantes: "el de la edificación de una comunidad verdaderamente fraterna y el del acrecentamiento de la fidelidad a la propia vocación".

Su cargo como Asistente General para la zona Sur de Europa conlleva una "gran dedicación", aunque no la considera mayor que la que tuvo como director del Colegio Los Olivos de Málaga. "Tampoco creo que sea mayor la responsabilidad: pienso que la de un director de un colegio solamente se puede cargar porque nunca se llega a traer plenamente a la conciencia", reflexiona.

Su labor diaria es multifacética. "Una de las tareas principales de un Asistente General es participar en las reuniones del Consejo General, en el que se toman decisiones relativas a la vida de la Orden o de los frailes en cualquier parte del mundo". Además, se encarga de "coordinar distintas comisiones internacionales o secretariados", como su participación en la organización de un congreso internacional de educación en Iloilo, Filipinas. Otra función crucial es "presidir, por delegación del Prior General, los Capítulos de las distintas circunscripciones de la Orden", asambleas donde se evalúa y planifica la vida y actividad de los religiosos. Finalmente, le corresponde "visitar, también por delegación del Prior General, todas las comunidades de agustinos de la región que cada uno tenemos encomendada", una visita canónica destinada a "promover el bien de cada comunidad y de los hermanos".

La "mayor satisfacción" de esta misión es "tener la oportunidad de trabajar todos los días por el bien de la Orden de San Agustín", así como "la adquisición de una visión de conjunto que da cuenta de la enorme riqueza que presenta una congregación como la nuestra, presente en más de 40 países". Uno de los "mayores retos" es "seguir trabajando por la cohesión de la Orden y el aumento de la colaboración entre sus partes". Y con humildad, reconoce que "seguramente la mayor dificultad la encuentro en mis propias limitaciones".

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Un mensaje de amor y arraigo para su Salamanca natal

Al dirigirse a sus paisanos salmantinos, Javier Pérez Barba comparte un mensaje que resuena con el primer saludo del Papa León XIV: "Que Dios nos ama a cada uno con un amor incondicionado y absolutamente nuevo y original, un amor que nos precede y nos libera y así nos confiere la libertad de la respuesta. Éste amor es el origen de toda vocación".

A los jóvenes que puedan estar discerniendo una vocación sacerdotal o consagrada, les ofrece el consejo de San Agustín: "No salgas fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior habita la verdad". Para ello, recomienda "serenidad, silencio, paciencia, oración" y la importancia de "un buen y experimentado acompañante espiritual". Si la vocación se confirma, les anima a "ceder y abandonarse al Dios de las sorpresas".

También realiza una sentida petición: "Me gustaría también pedir a los salmantinos que cuiden a sus sacerdotes, especialmente a los que ejercen su ministerio en el mundo rural y en él se desgastan, a menudo en condiciones precarias para que no venga a faltar en nuestros días el consuelo de Cristo allí donde nunca ha faltado".

Finalmente, su amor por su tierra se manifiesta en una sentida loa: "Salamanca es un tesoro que estamos continuamente invitados a redescubrir. Lo es la ciudad y lo es el mundo rural; lo es su patrimonio histórico, artístico y cultural; lo son sus tradiciones. Los salmantinos deberíamos sentirnos, no solamente orgullosos, sino agradecidos de haber abierto por primera vez los ojos a la luz de Salamanca", concluye.

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